Crimen perfecto

 

 

En el año 1954 el genial Alfred Hitchcock, sin duda uno de mis directores favoritos dirigió la película “Crimen perfecto” (en el original “Dial M for Murder”), en la que participan el oscarizado Ray Milland –recibió el galardón por su interpretación en The Lost Weekend-, la bellísima Grace Kelly y el conocido actor de aquella época Robert Cummings, entre otros actores.

Ayer volví a verla una vez más, puesto que esta película tiene un argumento y un desarrollo de la acción tan bien estructurado e hilvanado que siempre le puedes sacar algún detalle en cada nuevo visionado. De este film lo primero que hay que comentar obligatoriamente es que se trata de uno de los mayores exponentes del cine de intriga del director británico, el cual parecía tener un sexto sentido para elegir los guiones y guionistas y para desarrollar aquéllos como película. También se debe mencionar que la acción se desarrolla íntegramente en el apartamento de los protagonistas, y que esto condiciona ya de por sí que para que el producto final fuese de calidad se requería una trama lo más ingeniada posible, puesto que lo “único” que se usa en “Crimen perfecto” es precisamente eso: un argumento buenísimo, unos actores geniales y un apartamento. Una buena muestra de cómo ha cambiado el modo de hacer cine.

“Crimen perfecto” trata sobre la práctica del ingenioso y calculado plan que trama el tenista retirado Tony Wendice (Ray Milland) para asesinar a su esposa Margot (Grace Kelly), al averiguar que ésta le es infiel con un escritor de novelas policíacas (Robert Cummings), y con el objetivo añadido de conseguir las riquezas de su esposa por mediación del testamento que ya está regularizado. Para desarrollar su plan, el ex-tenista profesional cuenta con la ayuda de un antiguo compañero de universidad que en la actualidad lleva una existencia turbia y al margen de la ley, y de cuya vida hace profundas averiguaciones, para así poder chantajearlo con el aliciente añadido de una suma de dinero de 1000 libras por el trabajito que le encarga. Valiéndose de una perspicacia, ingenio, agudeza y dotes de persuasión suprahumanas, Tony Wendice logra convencer al ahora asesino a sueldo capitán Lexgate para que desempeñe la tarea que le encomienda, la cual está perfectamente calculada, y que podría ser verdaderamente un crimen perfecto si no ocurriesen ciertas eventualidades que después suceden en la película.

El día previsto para el asesinato, el ex-tenista y el amante de su mujer se van a cenar juntos, quedando ella sola, y cuando el verdugo llega y se prepara para asesinarla, ella se defiende y resulta él muerto. El resto de la película trata sobre cómo investiga el caso el inspector del Departamento de Investigaciones Criminales, en una carrera contra el reloj para salvar de la ejecución a Margot, la cual es declarada culpable de asesinato en el juicio por supuesto homicidio.

A grandes rasgos es éste el argumento, aunque como es lógico la trama es más compleja y está muy bien estructurada. Lo que me gusta más de la película es el lío que se monta en relación a qué llaves son de cada persona, que resulta ser la clave de la película y la razón de que el Inspector averigüe cuáles fueron los verdaderos hechos acaecidos, descubriendo así el plan que tan perfectamente había hilvanado Tony Wendice.

Debo reconocer que esta es una de mis películas favoritas del maestro del suspense, si bien es cierto que ninguna de ellas me parece esencialmente mala. Tal vez fuesen los primeros productos en su trayectoria de director, y no todos, sólo algunas de las películas de su etapa británica, los que me parecen un poco deficientes, en parte por la mala conservación y calidad de los films y en parte porque en aquella época las tramas que llevaba el gran Hictch a la pantalla no estaban tan acabadas como las de su etapa americana. En esta última etapa, la americana, fue cuando puso en práctica verdaderamente su auténtica maestría, legándonos productos tan aplaudidos por todo el mundo como “La ventana indiscreta”, “Con la muerte en los talones”, “Psicosis” o “Los pájaros”, y que lo aúparon como un verdadero maestro del séptimo arte.

 

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