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(16)- El libro sagrado

 

Los bólidos encienden los trazos

de la Sublime Escritora, ¿ves su luz allí?.

No es el carmesí del poniente,

el rubescente color de la doncella

que se asoma a su penumbrosa galería,

ahora miríadas de astros nos contemplan,

miríadas de luces de millones de siglos,

la doncella duerme mientras los grillos

nocturnos invocan a sus lejanas deidades.

No es el carmesí del poniente,

es la lágrima instantánea la que consideras.

La lágrima de la que ahora sueña.

La estrella fugaz de un noble sentimiento.

Testigos de las eras enmudecidos nos examinan

desde las ignotas e incomprendidas bóvedas.

Ahora observa el lento planeta errante.

Sus epiciclos fueron descritos por los

siete sabios del Mundo Antiguo,

pero más de eso no fue penetrado

su opaco e inmemorial misterio.

Lo efímero y lo eterno comulgan

de la antigua idea del Cosmos.

Hay tanta majestad en lo infinito

de los magníficos Cielos.

Pulsan lejanos y desconocidos cuerpos,

y sus minúsculos y despreciables ecos

atraviesan los espacios abarcando

nuestras insomnes pupilas,

reverberan las llamaradas de fuego

que se cuecen en los hornos estelares

e impertérritos las percibimos sin inmutarnos.

La leche de la doncella, la leche de Era

cruza el vasto dominio de las esferas,

guió a los marinos y mercaderes errabundos

en sus mundanos comercios y aún ahora

la vemos amamantando a sus retoños.

Cuenta con tu mecanismo los segundos,

segundos pasados serán, ni siquiera te

proveerán de más sabiduría,

La infinitud mantiene su viejo libro a buen recaudo,

el viejo libro de innúmero volumen

donde el Universo se describe sin prisa a sí mismo,

el libro de inacabables poemas de amor,

donde la anciana y sabia doncella se festeja,

recreándose en cada insignificante línea,

el amor a sí misma la obnubila.

Y guía el curso de los acontecimientos

a su más libre antojo.

¿Qué sabrá esa caprichosa chiquilla

de lo bueno y de lo malo?.

Sólo se asegura de escribir en ciclos,

pues pretende un manuscrito

sin justicia ni pasión, sin principio ni final,

es el libro sagrado de la Anciana Escritora.

 

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

Te querremos siempre, Miguel

 

 

 

En esta vorágine en la que vivimos son las personas más buenas las que más sufren. Sucedió y sucederá siempre. ¿Cómo es que son ellas las receptoras de las injurias, el desprecio, las más crueles bajezas y abyecciones si no se meten con nadie, sino todo al contrario?. Nació en Orihuela en el año 1910 un pastor de cabras de humildad y nobleza extraterrestres, y con el corazón de oro macizo, una persona que no será jamás olvidada, que además de su excelencia como ser humano poseía también un talento titánico. El poeta más digno de cariño de todos los que han nacido en España. No me estoy refiriendo aquí a sus cualidades líricas sino al hecho de que nuestro Miguel Hernández, además de ser un genio literario, fue un verdadero modelo de personalidad según el cual deberían ser cincelados todos los humanos. Yo no he conocido a Miguel Hernández, me pilla un poco lejos en el tiempo. Pero he leído su poesía y sus biografías, y reconozco que me emociono hasta el punto de soltar alguna que otra lagrimita cuando me asomo a su literatura y cuando pienso sobre los padecimientos y las amarguras de los que fue víctima.

 

Miguel Hernández, literariamente ubicable a caballo entre las generaciones del 27 y del 36, vivió su primera juventud en Orihuela, su pueblo natal. Su padre era un tratante de ganado y Miguel ayudaba  a la familia pastoreando un rebaño de cabras, ordeñándolas y vendiendo la leche por el pueblo. Fue la época de sus primeras lecturas, siempre libros prestados o tomados de la biblioteca, y de la germinación de su vocación literaria. También fue la época de sus primeros amigos, con los que se reunía en una panadería para hablar de literatura y otras inquietudes culturales, entre ellos Ramón Sijé –a cuya muerte escribió el magnífico monumento de su elegía, considerado por los críticos literarios como uno de los mejores poemas que existen en lengua castellana, y que ya copié en su día en esta web-. Con sus primeros poemas y su primer viaje a Madrid no consiguió la notoriedad pero sí la toma del pulso poético que se respiraba por aquel entonces en la capital. Dado que no consiguió un trabajo del que vivir, tuvo que volver a Orihuela. Pero siguió escribiendo, y cómo. Volvió a Madrid con más fortuna una segunda ocasión, logrando un empleo como redactor de una enciclopedia taurina, que le permitió al menos dedicarse a su vocación. En la España literaria de entonces fue recibido de dispares maneras. En Pablo Neruda, cónsul de Chile en España a la sazón, encontró un verdadero amigo. Pablo, otra figura universal de las letras, siempre quiso mucho a Miguel. Otro tanto ocurrió con Vicente Aleixandre. A este último le pidió en una ocasión si le regalaba un ejemplar de su último libro, porque no tenía dinero para comprárselo. No tenía un duro, pero Miguel era bueno, extraordinariamente bueno. El encumbrado Lorca, sin embargo, que ya era un escritor consagrado, miraba a Miguel por encima del hombro. Un poeta pastor de cabras, ¿de dónde habrá salido éste?. A pesar de este engreímiento, resultado de la vanidad y el ego desmedido, Miguel Hernández nunca quiso mal a Lorca, como prueba el emotivo poema que le dedicó tras su muerte. Otro tanto ocurrió con Ramón Sijé. Sijé fue una persona muy influyente en la poesía hernandiana de su primera etapa. De hecho los primeros poemas de Miguel son de tipo religioso, y fueron publicados muchos de ellos en una revista literaria que dirigía su amigo Ramón. Pero cuando Miguel Hernández vino a Madrid y conoció de primera mano la realidad del mundo, el sexo, y las ideas y poesía de Pablo Neruda, de Aleixandre, y de otros escritores, se dio cuenta que él no era un poeta religioso, sino que su verdadera identidad era la del poeta comprometido que canta a la naturaleza en su magnificencia y a las cosas sencillas y buenas, tal y como era su personalidad. Con este grado de autoconocimiento, escribió una poesía lírica deslumbrante, que no deja indiferente a nadie y que en mí siempre ha tenido el efecto de revolverme por dentro y emocionarme de verdad. Tal vez Miguel Hernández no sea según la opinión de los expertos el mejor poeta que ha dado España, aunque sabido es que esto es muy subjetivo y opinable, para mí es indiscutiblemente uno de los más grandes, tenía el don de comunicar sentimiento más desarrollado que muchos otros, y sobre todo es el poeta al que más cariño le tengo.

 

Pero la desgracia vino toda junta. Estalló la guerra civil en España. Miguel, de ideas republicanas, se alistó en el ejército y combatió como los demás. La tensión a la que se vio sometido le provocó una anemia mental, de la que se repuso. Se casó con Josefina Manresa, su novia de aquel entonces. Su primer hijo murió a los pocos meses de nacer. Y para cuando tuvo el segundo, no pudo disfrutar de él, puesto que en el momento en que las huestes republicanas huían en desbandada, ya al término de la guerra, tratando de entrar en Portugal, fue hecho preso. El resto de su vida fue un continuo ir y venir por diferentes cárceles. En una ocasión se libró del yugo del presidio, pero ya en Orihuela, fue traicionado y llevado de nuevo a la prisión. Intercedió Pablo Neruda para conmutarle la pena de muerte. Pero aunque se vio liberado del verdugo, fue esta vez la propia Naturaleza, la que tanto y tanto había alabado con su magnífica poesía, la que le dio el hachazo homicida. Contrajo el tifus, que se complicó en la forma de tuberculosis. Murió a los 31 años de edad, en la cárcel donde estaba recluido. Existe un mito en torno a la muerte del poeta. No se sabe a ciencia cierta si fue algo que realmente sucedió o si sólo es el producto del fervor y la admiración de alguien que le quería, bien podría ser cualquiera de las dos cosas, pero a Miguel Hernández hay quien le ha atribuido un precioso pareado, donde supuestamente se despide moribundo de todo lo bello que hay en el mundo y donde canta a la fraternidad entre los hombres:

 

“¡ Adiós, hermanos, camaradas, amigos:

    despedidme del sol y de los trigos !”.

 

El año pasado se han cumplido los 100 años del nacimiento de Miguel Hernández. Quiero contribuir a que su impronta perdure por siempre. Un hombre extraordinario como él fue no puede quedar en el olvido. Seguramente San Pedro y San Pablo, los porteros del Paraíso, han contratado conexión de banda ancha, y de este modo Internet es una buena herramienta para lograr que el poeta pastor de Orihuela, que ahora está en el Cielo, se alegre y viva la felicidad que no pudo disfrutar aquí, que sonría al ver que le seguimos recordando con todo el cariño que él supo transmitir como nadie.

 

Copio a continuación como sentido homenaje una elegía escrita tras la muerte de Ramón Sijé, y dedicada a la panadera Josefina Fenoll, la novia de éste.

 

ELEGÍA

 

Tengo ya el alma ronca y tengo ronco

el gemido de música traidora…

Arrímate a llorar conmigo a un tronco:

retírate conmigo al campo y llora

a la sangrienta sombra de un granado

desgarrado de amor como tú ahora.

Caen desde un cielo gris desconsolado,

caen ángeles cernidos para el trigo

sobre el invierno gris desocupado.

Arrímate, retírate conmigo:

vamos a celebrar nuestros dolores

junto al árbol del campo que te digo.

Panadera de espigas y de flores,

panadera lilial de piel de era,

panadera de panes y de amores.

No tienes ya en el mundo quien te quiera,

y ya tus desventuras y las mías

no tienen compañero, compañera.

Tórtola compañera de sus días,

que le dabas tus dedos cereales

y en su voz tu silencio entretenías.

Buscando abejas va por los panales

el silencio que ha muerto de repente

en su lengua de abejas torrenciales.

No esperes ver tu párpado caliente

ni tu cara dulcísima y morena

bajo los dos solsticios de su frente.

El moribundo rostro de tu pena

se hiela y desendulza grado a grado

sin su labor de sol y de colmena.

Como una buena fiebre iba a tu lado,

como un rayo dispuesto a ser herida,

como un lirio de olor precipitado.

Y sólo queda ya de tanta vida

un cadáver de cera desmayada

y un silencio de abeja detenida.

¿Dónde tienes en esto la mirada

si no es descarriada por el suelo,

si no es por la mejilla trastornada?

Novia sin novio, novia sin consuelo,

te advierto entre barrancos y huracanes

tan extensa y tan sola como el cielo.

Corazón de relámpago y afanes,

paginaba los libros de tus rosas,

apacentaba el hato de tus panes.

Ibas a ser la flor de las esposas,

y a pasos de relámpago tu esposo

se te va de las manos harinosas.

Échale, harina, un toro clamoroso

negro hasta cierto punto a tu menudo

vellón de lana blanca y silencioso.

A echar copos de harina yo te ayudo

y a sufrir por lo bajo, compañera,

viuda de cuerpo y de alma yo viudo.

La inaplacable muerte nos espera

como un agua incesante y malparida

a la vuelta de cada vidriera.

¡ Cuántos amargos tragos es la vida !

bebió él la muerte y tú la saboreas

y yo no saboreo otra bebida.

Retírate conmigo hasta que veas

con nuestro llanto dar las piedras grama,

abandonando el pan que pastoreas.

Levántate: te esperan tus zapatos

junto a los suyos muertos en tu cama,

y la lluviosa pena en sus retratos

desde cuyos presidios te reclama.

 

Miguel Hernández

 

Feliz Navidad 2010

 

 

 

Estamos en Navidad. Los adultos no podemos evitar el rememorar tiempos pasados en estas fechas tan entrañables, tiempos en los que éramos niños y entendíamos el mundo de otra manera mucho más inocente y llena de ilusión y esperanza. Ahora nos hemos hecho mayores, y muy probablemente no desearíamos haber aprendido muchos de los conocimientos que hemos adquirido, los hombres nos contagiamos los unos a los otros de los verdaderas miserias humanas, que no tienen nada que ver con nuestras miserias materiales. Llegamos a este mundo con las manos vacías y con las manos vacías nos iremos algún día de él. Así pues, puede parecer un contrasentido, pero quizás estábamos menos desacertados en nuestra manera de actuar en nuestra etapa impúber. Todo esto sobre lo que reflexiono evoca en mi imaginación la maravillosa historia que en su día narró un escritor como pocos ha habido, que sabía transmitir a sus historias un sello muy personal. Se trata del relato “Un cuento de Navidad” y de su autor el gran Charles Dickens. No voy aquí a hacer una recensión del contenido de este cuento, pero sí incluyo en esta felicitación de Navidad dos imágenes basadas en el mismo, y que hacen referencia al avaro Scroodge, un hombre que no tenía amigos y que realmente estaba amargado y solo en el mundo. Este es un ejemplo paradigmático de lo que debemos evitar los humanos si queremos alcanzar la felicidad. Y para ahuyentar de nosotros la miseria vivamos con más sencillez al menos, aunque la inocencia sea ya imposible de reconquistar. A pesar de lo que diga mucha gente, todavía creo en la bondad de los hombres, todos cometemos pequeñas maldades, pero también albergamos aún resquicios de esos infantes que fuimos, y esos restos nos acompañarán hasta la tumba, tanto si lo queremos como si no.

Que paséis todos una muy feliz Navidad en la compañía de vuestros seres más queridos, y que el año 2011 sea generoso con todos vosotros en los proyectos, ilusiones y experiencias de los que seáis partícipes.

¡ Feliz Navidad 2010 !

 

La máquina de Sir Francis Galton, la distribución binomial, la vida y la estructura de una novela

 

Como estoy pensando en escribir una novela el año que viene, tarea para la que me estoy documentando, me encontré en la necesidad de la búsqueda de algún método viable para diseñar la estructura del libro. Bien sabido es que una novela no sólo se identifica con un conjunto de capítulos escritos con mayor o menor calidad literaria, sino que además consiste en un relato con un cierto andamiaje, con un principio, una cadena de sucesos cohesionados mediante un cierto orden lógico, y un densenlace final. Para escribir una novela es necesario tener bien claro ese andamiaje, y es deseable por tanto el hacer un diseño lo más detallado posible antes de ponerse uno a escribir. Si la estructura de la novela contiene suficientes giros argumentales imprevistos, un ritmo creciente, por ejemplo, con clímax final, y un desenlace lo más sorpresivo posible, es probable que se haya escrito un buen libro, o que al menos el fruto del trabajo sea vendible y leíble con interés. Considero que son estos elementos que he descrito fundamentales para escribir un best-seller.

 

 

Pues bien, me puse pues a pensar en algún método válido para tal tarea, y reflexionando, reflexionando, me acordé de un artilugio que inventó el científico inglés Sir Francis Galton, primo segundo de Charles Darwin, y cuya tarea investigadora cubrió un amplio espectro de intereses. El invento de Galton es una máquina de gran popularidad en los medios televisivos (creo que salía incluso en el antiguo concurso “El precio justo”, presentado primero por Joaquín Prats y luego a la muerte de éste por Carlos Lozano), y consiste en una caja vertical en cuya parte superior existen dos rampas con un agujero central pequeño, mientras que la parte media está compuesta por un conjunto de palitos convenientemente situados, y la parte inferior se trata de una serie de departamentos estancos colocados cada uno adyacentemente con los dos de los lados. Por encima de las dos rampas superiores del artilugio se coloca un grupo de canicas o monedas. Cuando es abierto el orificio central de las dos rampas, las canicas empiezan a caer por acción de la gravedad hacia abajo. En el momento en que una determinada canica se topa con uno de los palitos, el azar entra en juego y esa canica toma la decisión de tirar por uno de los dos lados o por el otro, siguiendo en su caída. En realidad creo que en el universo hay absoluto determinismo en casi todo (salvo en las acciones de los humanos por ejemplo, la afirmación se aplica pues al universo inerte), es decir, aún a pesar de mi inferioridad intelectual me atrevo a coincidir con Albert Einstein en que “Dios no juega a los dados”. Pero ese determinismo absoluto es tal si miramos todo desde la óptica de Dios. Si tuviésemos suficiente capacidad tecnológica para medir todas, absolutamente todas, las variables del universo, y si el universo no fuera no lineal, podríamos predecir su devenir de modo exacto, por eso digo que Dios sabe exactamente lo que va a pasar y no juega a las tragaperras con el mundo. Sin embargo, ante nuestra imposibilidad consabida de realizar tales medidas, entre otras cosas por el principio de incertidumbre de la mecánica cuántica, y ante el hecho de que el aparato matemático que poseemos no pueda modelar el universo de forma exacta, aquéllo que para Dios es predecible y determinista, para nosotros es observable como caos o azar. Por lo tanto, la canica sigue cayendo y eligiendo en cada palito un camino por el que seguir (desde nuestra perspectiva esta elección es completamente aleatoria y es azar). Si contamos el número de posibles trayectorias que llevan a la canica a cada receptáculo de la parte inferior, observaremos que existen más trayectorias válidas para llevar la canica hacia las cajas centrales, y menos trayectorias posibles para las cajas laterales, en número decreciente desde el centro hasta los extremos. En realidad este hecho no debe de extrañarnos. Cada elección individual que toma una bola en cada palito puede ser modelada mediante una variable aleatoria de tipo Bernouilli. Las variables aleatorias Bernouilli representan un rango discreto de sucesos incompatibles, en concreto dos. Así, una variable de este tipo puede tomar un valor, llamémosle “izquierda”, con probabilidad p, y otro valor, que por conveniencia llamaremos “derecha” con probabilidad complementaria q = 1 – p. En el caso de la bola, desde nuestra perspectiva es en principio igual de probable que caiga hacia la izquierda que hacia la derecha. Por tanto en este caso sería  p = q = 0,5. Como el número de caídas hacia derecha o izquierda que realiza la bola en su bajada es el que después se computa como número de desplazamientos a la derecha o a la izquierda desde el cajetín central, se tiene que para obtener la función de densidad de probabilidad discreta de las bolas en cada caja tendríamos que empezar por sumar tantas variables de tipo Bernouilli como niveles en forma de palito tenga el artilugio, y así obtendremos como resultado una variable aleatoria de tipo Binomial, cuyo parámetro N representa dicho número de niveles. Si quisiéramos experimentar esto, podríamos dejar caer una gran cantidad de bolas desde arriba, y observaríamos que si calculamos la fracción de bolas, frente al total de canicas caídas, que hay en cada cajetín, se va aproximando cada vez más a la probabilidad que predice la función de densidad discreta de una variable binomial. Aún más, si fuésemos aumentando cada vez más el tamaño de la máquina, introduciendo cada vez más número de niveles, mediante la inserción de nuevos palitos y de nuevos cajetines, en realidad nos estaríamos aproximando cada vez más a una función de distribución gaussiana o normal. Esto es así, dado que por el teorema central del límite se sabe que la suma de infinitas variables aleatorias, sean éstas de los tipos que sean, es una variable gaussiana.

 

 

Todo esto está muy bien, de acuerdo, pero … ¿qué aplicación puede tener para escribir mi novela?. Pues seguí reflexionando y me di cuenta que una novela no es otra cosa que un diagrama en árbol, en el que la acción parte desde una raíz y va llegando a distintos nudos, donde se ramifica por uno u otro lado, hasta llegar al final a una de las hojas del árbol, donde la acción concluye. Por lo tanto si yo quiero una novela con un final deslumbrante, sería más práctico pensar primero ese final antes que ninguna cosa y deshacer el camino desde la hoja hasta la raíz. Esto es así porque en el sentido normal del transcurso del tiempo, de pasado a presente y de presente a futuro, como dije antes, hay una continua ramificación de la acción, dado que los personajes van tomando sucesivas decisiones en su vida, y sería muy difícil de este modo, con tiempo natural, de llegar a un final que resulte interesante. Sin embargo, con tiempo invertido, la secuencia es lógica, no hay ramificaciones, sólo hay un único camino, o pocos caminos que nos llevan todos a la única raíz del árbol. Un ejemplo que podría ilustrar esto es el siguiente : ahora me encuentro en casa, puedo ir a la cocina a tomar un bocadillo o puedo salir afuera. Si salgo afuera, puedo ir al cine, puedo ir de compras o al parque. Si voy al cine puedo emocionarme con alguna película o ver cómo un espía reparte somantas de hostias a todo ser que se le cruza por delante; y también puedo llenar la barriga de palomitas y no seguir para nada la película, … De acuerdo con esto sería difícil obtener el final más emocionante que es el de las lágrimas en el cine. Sin embargo, si supongo que estoy emocionado en el cine, puedo deducir que es porque he visto en el mismo una película emocionante, y que me he dirigido allí porque estaba en casa aburrido y no tenía ganas de ninguna otra cosa. Lo mismo sucede con la máquina de Francis Galton: si invertimos la máquina observaremos que las bolas que están en los cajetines siguen distintos caminos pero al final, con total certeza, acaban de nuevo en el único agujero de arriba (siempre y cuando por debajo de las rampas haya otras invertidas con respecto a aquéllas). Se me ocurre que esto en cierto modo tiene que ver con la entropía o grado de desorden creciente con el paso del tiempo en el universo, pero esa ya es otra historia.

En realidad el método que he presentado, y que supongo usarán muchos escritores, debe ser perfeccionado, puesto que sería harto difícil montar la novela en un único bloque. Por ello me parece más lógico el dividir la acción en distintos bloques en los cuales tenga claro el final de cada uno, y mediante el truco del almendruco de la imaginación, conseguir empalmar en esos bloques el final de cada tramo previo con el principio inferido a partir del final del tramo inmediatamente siguiente, siendo cada tramo cada uno de los bloques que median entre giros argumentales. En otras palabras, que después de esta fase inicial de documentación, ya me veo a fin de año haciendo diagramas en árbol en hojas A3 o A2, poniendo todo mi empeño en construir una novela que sea medianamente digerible.

 

Me gustas cuando callas – ( Pablo Neruda )

 
Me gustas cuando callas porque estás como ausente,
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.

Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma,
y te pareces a la palabra melancolía.

Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.

Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa bastan.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda.

(9) – Pasión consentida

 

No desarmaré los Cielos,

yo, el no amado,

que el firmamento fue cuajado

en centurias

y macerando prorrumpió del vientre

y aquí refulgen ubicuos

los astros que me acarician.

No clausuraré los frutos,

que de la amargura devienen,

tardos en las jornadas se sazonan

y en la añada endulzan

mis fauces hambrientas.

Ya que el amor cierto

no es hemorragia aguda sino

llanto incubado,

no es víbora sino lenta rosa,

que sutilmente se abre,

no es cópula de criaturas

sino caricia trémula.

El amor, el amor indubitable,

no es decir ahora y recibir el agasajo,

es más bien seguir callado

como herrerillo en escaramuza,

indultando cada ápice.

Dejadme en mi dulce agonía, bastardos,

indignos de vuestra Madre,

observadla en su lento cariño

de eones.

Porque llegará el día

en que más dulce trinará la alondra

en mis oídos,

y la brisa mecerá mis cabellos

como aya y niño de pecho,

y quizás las flores exhalen

un perfume reservado en los siglos,

o tal vez los mares irrumpan

en el talud con el ritmo

de una marcha nupcial,

y así la Madre nos festeje,

y apruebe un amor consentido,

una pasión a voz en grito

otorgada con su silencio.

  

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

(8) – Tributo a William Shakespeare

 

 

¿Quién no ha disfrutado alguna vez de aquel soneto de Shakespeare que incluye lo que sigue:

 

“Si a mis días colmados sobrevives,

y cuando esté en el polvo de la muerte

por ventura relees

los inhábiles versos de tu amigo,

con lo mejor de tu época compáralos

y aunque todas las plumas los excedan

guárdalos por mi amor, no por mis rimas,

superadas por hombres más felices” ?.

 

Hay que reconocer que estos versos con rima, escritos en lengua inglesa, son todo un espectáculo.

William Shakespeare es considerado por la mayoría de críticos y escritores como el mejor autor en lengua inglesa. Algún día dedicaré algún artículo más extenso a este genio literario, pero de momento dejo aquí un poema de mi cosecha, para hacerle el honor que tal prohombre se merece. Sería una asignatura pendiente no hablar de Shakespeare en esta web, pero lo dejaré para más adelante.  

 

Tributo a William Shakespeare 

 

Cuando la rosa mustia

que conservo se pudra

irreversiblemente,

y el río que en algún lugar

se besó con su afluente

tras los suaves meandros

muera en el mar;

cuando la cigüeña blanca

yazca con su cigüeño blanco

bajo los reverberos

de un sol hiriente

tras muchos años de solaz,

y cuando el verde trigo

parido de la simiente

a los amigos incomode

en el paladar

convertido en hostia crujiente

de bendecido pan…

Cuando el cirio

que un día se prendió

con un abrazo inocente

agote su cera en un altar

y las campanas doblen

por el aquí presente

yo qué sé en qué lugar;

y en ese día que me convierta

en terrateniente

de un recinto cuadrangular

asistas al funeral

de aquél que tanto te amó

y que tú no quisiste amar,

llorarás amargamente,

pero mi dicha cambiará

porque olvidaré la rosa

y el río, y la cigüeña

y el cirio y el trigo

y el pan

y a aquella niña inocente

cuya bondad ciertas

noches me hizo llorar,

y olvidaré esta quimera

que ahora describo impaciente

que me consume

hasta el final.

 

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

(7) – Ingrid Bergman, nos sigues conmoviendo

  

 

bergman

 

¿Qué nos está pasando a los humanos?¿Estamos perdiendo la humanidad? Vemos la desgracia ajena y torcemos la cabeza para otro lado, un mendigo realmente necesitado nos pide para comer y le regalamos una cara de auténtico desprecio… Nos da igual lo que les pase a los demás, nos es indiferente, hasta diría que nos da igual lo que pasa con nosotros mismos. Parece como si esta sociedad fría y competitiva, este ritmo acelerado que nos priva del tiempo de dedicación a nosotros mismos y a los demás, nos hubiera vuelto insensibles, y parece como si el rasgo más humano de entre los rasgos, el sentimiento o emoción producidos por lo que oímos o vemos, fuera ya un lujo para muchos y para otros algo deleznable, odioso, y motivo de vergüenza.
 
¿Qué nos está pasando a los humanos?¿Acaso no es sano de vez en cuando llorar -al marger supuesto de las patologías depresivas-? El lloro de amor, la lágrima nostálgica, la lágrima de pena, son muy sanos y creo que muy recomendables alguna que otra vez, pues nos hacen caer en la cuenta de que seguimos siendo hombres, con nuestros problemas, nuestras inquietudes, nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros amores y desamores, y sobre todo, nuestros sentimientos.
 
Hay una escena del cine clásico que me tiene enormemente obsesionado. Se trata de la escena de “Casablanca” en la que Ingrid Bergman, esa belleza de los años 40 que es ya inmortal, deja resbalar por sus mejillas unas amargas lágrimas, al volver a ver tras algunos años a su antiguo novio Rick (Humphrey Bogart), cuando le dice al pianista negro Sam algo así como: “toca El tiempo pasará, Sam”. Por sólo la belleza de esta escena aparentemente simple estoy condenado a ver Casablanca una y otra vez hasta la tumba, aunque ya casi me la sepa de memoria. A ese tipo de lágrimas es al que me refería en el párrafo anterior.
 
Como médico de mi alma reivindico cinco minutos de lloro semanales y los prescribo a todos los interesados que quieran mejorar su vida.
Tómese además la siguiente píldora diaria, con un vasito de agua.

 

El mundo del mañana 

 

Me gustaría pensar

que tal vez, algún día,

el mundo será

de los seres insignificantes…

de los ancianos que regalan

caramelos a los niños,

de los mendigos,

que no tienen nada,

de los inofensivos hombres

que observan los pájaros,

de los jardineros

que cuidan cada rosa,

de los empleados

que se esfuerzan

por llegar a fin de mes,

de los barberos

que entretienen

al cliente,

de los relojeros viejos

que añoran a la Bergman,

de las novias buenas

y estudiosas,

de los niños de mirada

húmeda y tímida,

que serán los hombres

del mañana,

y de los poetas anacrónicos

que escriben versos

como éstos ,

y que aguardan el retorno

del imperio de la inocencia.

 

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

Carta del jefe Sioux al presidente de los Estados Unidos

 

jefesioux

 

En el año 1854 un presidente de los Estados Unidos llamado Franklin Pierce envió una oferta de compra a un Jefe Sioux de la tribu de los Suwamish. A cambio de una reserva para el pueblo indio se pretendían obtener los terrenos del Noroeste de Estados Unidos. Se cree que fue el Jefe Sioux quien respondió con la siguiente carta, una misiva de singular belleza, que nos hace pensar entre otras cosas que los humanos, independientemente de las razas, poseemos unas cualidades que nos hacen únicos, y que el don de ser poeta tanto puede nacer en un indio ignorante del avance cultural y científico del mundo occidental moderno, como en un burgués de un país europeo, o en un mendigo. Es el don de la sensibilidad, y puede ser poseído por personas de las más dispares condiciones de vida y de las más diversas culturas, al igual que sucede con todos los dones que manifestamos los humanos en nuestros actos creativos y de entendimiento. Hay quien piensa que la carta que a continuación he copiado no fue redactada por el jefe indio, sino que fue su médico quien lo hizo, ante la sospecha del posible analfabetismo del guerrero Sioux. Me da igual que fuera así, creo que esta raza ya casi extinta en el mundo bien se merece el beneficio de la duda y en cualquier caso el contacto permanente con la naturaleza ha hecho de los indios personas que saben apreciar como nadie el verdadero valor del planeta, y que paladean con verdadera filosofía propia la vida que sus dioses les concedieron, y ésas son razones más que suficientes como para que la sospecha de que la autoría real del texto no sea del guerrero quede difuminada y hasta si me apuro anulada. Fuese quien fuese el verdadero autor, aquí os queda para vuestro disfrute, merece realmente la pena el leerla.

 
Jefe de los Caras Pálidas: ¿Cómo se puede comprar o vender el cielo o el calor de la tierra?, esa es para nosotros una idea extraña. Si nadie puede poseer la frescura del viento ni el fulgor del agua, ¿cómo es posible que usted se proponga comprarlos? Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja. Los muertos del hombre blanco olvidan su tierra de origen cuando van a caminar entre las estrellas. (…) Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nuestras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro yel hombre, todos pertenecen a la misma familia. (…)Los ríos son nuestros hermanos, sacian nuestra sed. Los ríos cargan nuestras canoas y alimentan a nuestros niños. Si les vendemos nuestras tierras, ustedes deben recordar y enseñar a vuestros hijos que los ríos son nuestros hermanos, y los suyos también. Por lo tanto, vosotros deberéis dar a los ríos la bondad que le dedicarían a cualquier hermano. Sabemos que el hombre blanco no comprende nuestras costumbres. (…)No hay un lugar quieto en las ciudades del hombre blanco. Ningún lugar donde se pueda oír el florecer de las hojas en la primavera, o el batir las alas de un insecto. (…) ¿Que resta de la vida si un hombre no puede oír el llorar solitario de una ave o el croar nocturno de las ranas al rededor de un lago?. (…)El aire es de mucho valor para el hombre piel roja, pues todas las cosas comparten el mismo aire -el animal, el árbol, el hombre – todos comparten el mismo soplo. Parece que el hombre blanco no siente el aire que respira. Como una persona agonizante, es insensible al mal olor. Pero si vendemos nuestra tierra al hombre blanco, el debe recordar que el aire es valioso para nosotros, que el aire comparte su espíritu con la vida que mantiene. El viento que dio a nuestros abuelos su primer respiro, también recibió su último suspiro. Si les vendemos nuestra tierra, ustedes deben mantenerla intacta y sagrada, como un lugar donde hasta el mismo hombre blanco pueda saborear el viento azucarado por las flores de los prados. Por lo tanto, vamos a meditar sobre vuestra oferta de comprar nuestra tierra. Si decidimos aceptar, impondré una condición: el hombre blanco debe tratar a los animales de esta tierra como a sus hermanos. Soy un hombre salvaje y no comprendo ninguna otra forma de actuar. Vi un millar de búfalos pudriéndose en la planicie, abandonados por el hombre blanco que los abatió desde un tren al pasar .(…) No comprendo como es que el caballo humeante de fierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir. ¿Qué es el hombre sin los animales?. Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales, en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo. Para que respeten la tierra, digan a sus hijos que ella fue enriquecida con las vidas de nuestro pueblo. (…)Esto es lo que sabemos: la tierra no pertenece al hombre; es el hombre el que pertenece a la tierra. Esto es lo que sabemos: todas la cosas están relacionadas como la sangre que une una familia. Hay una unión en todo. Lo que ocurra con la tierra recaerá sobre los hijos de la tierra. El hombre no tejió el tejido de la vida; el es simplemente uno de sus hilos. Todo lo que hiciere al tejido, lo hará a sí mismo. Incluso el hombre blanco, cuyo Dios camina y habla como él, de amigo a amigo, no puede estar exento del destino común. Es posible que seamos hermanos, a pesar de todo. De una cosa estamos seguros que el hombre blanco llegará a descubrir algún día: nuestro Dios es el mismo Dios.(…) El es, el Dios del hombre, y su compasión es igual, tanto para el hombre piel roja como para el hombre blanco. (…)Cuando nos despojen de esta tierra, ustedes brillarán intensamente iluminados por la fuerza del Dios que los trajo a estas tierras y por alguna razón especial les dio el dominio sobre la tierra y sobre el hombre piel roja. Este destino es un misterio para nosotros, pues no comprendemos el que los búfalos sean exterminados, los caballos bravíos sean todos domados, los rincones secretos del bosque denso sean impregnados del olor de muchos hombres y la visión de las montañas obstruida por hilos de hablar.