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Tomates verdes fritos

 

  

  

Ayer he visto por primera vez una película preciosa. Me da hasta vergüenza decir que ha sido la primera vez que veía un clásico de los 90 de la talla de «Tomates verdes fritos». Será que todavía vivo en los años 40. Será eso.

«Tomates verdes fritos», basada, aunque no idéntica, en la novela homónima de Fannie Flagg, narra la historia de una mujer, llamada Evelyn Couch, que pasa por una situación de desencanto vital por diversos motivos (la obesidad, la relación con su marido, la menopausia, su carencia de trabajo, …), y que encuentra la salsa de la vida (el secreto está en la salsa) en una señora octogenaria, Ninny Threedgood, de la cual se hace muy amiga cuando va a la residencia geriátrica a visitar a una tía de su marido. Ninny Threedgood le narra una maravillosa historia de cuando ella era joven en su pueblo natal de Alabama, Whitle Stop, una historia cuyas protagonistas son dos jóvenes llamadas Idgie y Ruth, y que va más allá de la simple amistad. Gracias a su relación con Ninny, Evelyn logra mejorar su vida y tomar las riendas de la situación. Pero no contaré más, porque entonces desvirtuaría vuestro visionado. Me limito a recomendárosla encarecidamente, sobre todo si sóis sentimentaloides, y si os gustan las películas que tratan sobre la amistad -al estilo de «Cadena perpetua»-, como a mí me gustan.

Esto me sirve para recordar que muchas veces la gente joven no trata bien a los ancianos, cuando en realidad son ellos la voz de la experiencia, y de ellos podemos aprender muchas cosas. Muchas veces, cuando nos hacemos mayores, vamos adquiriendo pequeñas manías, esto nos pasa a todos, por eso deberíamos ser comprensivos si vemos ésto en los demás. Puede haber mucho agradecimiento en un anciano.

También me siento obligado a hablar de la banda sonora de la película. Se trata de una obra musical de Thomas Newman, de una gran belleza.

En fin, es un film altamente recomendable, una de esas joyitas del cine que no trascendieron demasiado comercialmente pero que no dejan de ser por eso buenas películas. Recordad que el secreto está en la salsa.

  

Amigo Félix, te recordamos

  

  

Este pasado 14 de marzo se han cumplido los 30 años de la muerte por accidente de aviación, en Alaska, del gran naturalista, divulgador científico, conferenciante, escritor, y médico estomatólogo (faceta que desempeñó de manera previa a su verdadera vocación), Félix Rodríguez de la Fuente. Hasta el propio Google se hizo eco de dicha conmemoración, dado que este prohombre llegó a ser muy conocido allende nuestras fronteras, sobre todo por la archiconocida serie documental “El hombre y la tierra”, que se emitió en muchos países y que tuvo un grandísimo éxito de acogida por las masas, como todo lo que Félix hizo en vida.

Es indudable que a estas alturas ya poco puede quedar qué decir de Félix. Su trágica muerte contribuyó a mitificar aún más si cabe el que ya era de por sí un fenómeno de popularidad y de excelencia en el terreno del estudio y divulgación de la naturaleza, con mayor mérito si cabe si tenemos en cuenta que sus estudios y conocimiento de la biología fueron adquiridos y puestos en práctica de manera autodidacta.

Félix fue una persona que vivió cada segundo con verdadera pasión y entusiasmo, y poseía tal elocuencia que sabía transmitir y contagiar esa pasión a cada persona que le oía. Incluso llegó a ser propuesto como miembro de la Real Academia de la Lengua, dado su excelente manejo de la palabra y del acento prosódico. Todavía recuerdo lo que yo disfrutaba con escasos cinco años aquellos documentales tan bonitos en los que se veía a los pájaros dando de comer a las crías o a los ratones de campo royendo el grano. Puedo asegurar que soy de la generación que nació con “El hombre y la tierra”, y que tantas vocaciones naturalistas ha engendrado en los niños de entonces, que ahora pasamos de los treinta. Recuerdo la nube que me cubrió cuando supe que él no volvería a hacer más programas, que había muerto de accidente, a pesar de que por aquel entonces todavía no había meditado demasiado acerca de la muerte.

De él nos han quedado sus obras, que abarcan varias series documentales, programas de radio y de televisión, artículos en periódicos y revistas, las enciclopedias de la Fauna Ibérica y europea y de la Fauna Mundial y una lista que se extiende casi indefinidamente, aunque también es incalculable el legado biológico que nos ha dejado, pues muy probablemente algunas especies ibéricas como el lobo o el oso pardo estén en deuda y hayan sobrevivido gracias a su labor ecologista, así como el Parque Nacional de Doñana. La trascendencia de Félix Rodríguez de la Fuente en el ámbito de la conservación de la naturaleza ha sido muy grande, y tampoco podemos olvidar la práctica y reinstauración que desarrolló de las técnicas medievales de cetrería, perdidas y olvidadas en la noche de los tiempos, así como sus estudios etológicos enfocados primordialmente en las costumbres del lobo ibérico. Parte del mérito de Félix reside en que se supo rodear de personas extraordinarias como él, no fue sólo su pasión la que gestó tanta grande obra, los naturalistas, filmadores, y ayudantes que le acompañaron tienen buena parte del mérito y sería injusto otorgárselo sólo a él. Pero la opinión que le merece Félix a todas las personas que lo siguieron y siguen es la de un hombre íntegro y un ejemplo claro de bonhomía, cuyo éxito contribuyó a muchas malsanas envidias pero en la mayoría de los casos una admiración sin precedentes.

Hace 30 años quedamos huérfanos de una figura clave en la concienzación ecologista, un narrador sin par, una persona a la que todos nos gustaría conocer personalmente y en la que todos vimos un verdadero amigo. No puede haber maldad en alguien que disfruta observando a los animales en su hábitat y preocupándose de conservar las especies para no pasar a la historia de los animales erradicados y de que las generaciones venideras sigan disfrutando de ellas. Es un acto de suma bondad, algo que todos deberíamos admirar e imitar.

Fueron muchos los homenajes que recibió tras su muerte, se levantaron estatuas, se nombraron calles y plazas con su nombre, … , y yo no quería dejar pasar este instante sin otorgarle mi más sentido, humilde, y personal homenaje también, a mi manera. Aquí dejo una adaptación del precioso y emotivo poema “Funeral blues”, del autor Wystan Hug Auden, que es recitado en la película “Cuatro bodas y un funeral”, y que he reajustado un poco para esta ocasión.

Amigo Félix, te recordamos.

 

Adaptación del poema “Funeral Blues” de W. H. Auden, 

a la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente.

 

Parad todos los relojes, cortad los teléfonos,
impedid, con un jugoso hueso, que el perro ladre,
callad los pianos y, con un apagado tamborileo,
mostrad el ataúd, dejad que las plañideras se acerquen.

Que los aviones hagan círculos, gimoteando, sobre nosotros,
garabateando por el cielo el mensaje: Él ha muerto,
poned crespones en los cuellos blancos de las palomas,
dejad que los guardias de tráfico porten guantes de algodón negros.

El bien fue su Norte, su Sur, su Este y su Oeste,
su semana de trabajo y su descanso dominical,
su amanecer, su medianoche, su voz, su canción;
yo pensaba que su luz duraría siempre: no estaba equivocado.

No se desean ahora estrellas: apagadlas una a una;
olvidaos de la luna y desmantelad el sol;
lejos verted el océano y barred el bosque.
Pues ahora de ninguna manera pueden traer nada bueno.

 

Notorious (Encadenados)

  

  

Hace unas cuantas semanas he visto de nuevo una película que me encanta. Se trata del thriller en blanco y negro «Notorious», cuyo título se tradujo en España como «Encadenados». Esta película fue dirigida en 1946 por el maestro del suspense, el gran Alfred Hitchcock. Una de las cosas por las que tanto me gusta este film es por la química que se observa en pantalla entre el galán por excelencia Cary Grant y la bellísima Ingrid Bergman. Es reseñable también la participación del actor Claude Rains en el papel de dirigente nazi, que le sirvió para obtener una nominación para el Óscar al mejor actor secundario.

 A grandes rasgos, la trama tiene como argumento la investigación conjunta por parte de ella (Srta. Alicia Huberman) y de él (Sr. Deblin) -los dos protagonistas-, los cuales pertenecen a una agencia de espionaje, en torno a una organización de antiguos nazis que desde el Brasil está poniendo los medios para tratar de retomar el poderío ya perdido -la acción transcurre después de la Segunda Guerra Mundial-

 Se trata de un film de excelente factura según mi criterio, con todos los ingredientes para pasar un rato memorable enla butaca. Merece la pena ser vista, aunque sólo sea por poder ver juntos a dos astros del celuloide como Grant y Bergman, que evocan aquel fabuloso tiempo de los años dorados de Hollywood, y que han alcanzado la categoría de mitos del cine.

  

Qué bello es vivir

 

 

En el año 1946 el a mi juicio genial director Frank Capra rodó la película «Qué bello es vivir», un entrañable film que desata múltiples emociones en el espectador y que se erige sin ningún lugar a dudas como uno de los clásicos por antonomasia del cine norteamericano, de obligada visión para cualquier cinéfilo, y en general para cualquiera persona que aprecie el buen cine. Es una película tierna y conmovedora que hace indudable honor a su título, y que inspira la esperanza en la vida, la confianza en los demás y la sensación de que esta Tierra no tiene por qué ser un valle de lágrimas sino un paraíso si adoptamos la actitud adecuada, así como otros sentimientos subsidiarios de los anteriores, como el espíritu navideño, y el encanto de la ternura. «Qué bello es vivir» es una las películas más vistas en las Navidades de todo el Siglo XX, y como ya están próximas estas fiestas decidí volver a ponerla de nuevo, disfrutándola todavía más que la primera vez que la había visto.

Los protagonistas de «Qué bello es vivir» son un joven James Stewart y una igualmente joven y superiormente hermosa Donna Read. Stewart desarrolla en la película un personaje llamado George Bailey, un ejemplo de bondad en su ciudad, que es amado por todos en igual medida, y Donna Read el papel primero de amiga y después de mujer del mismo.

A grandes rasgos, el argumento consiste en que George dirige una compañía de empréstitos desde el fallecimiento de su padre, en un gesto de verdadera abnegación, pues él siempre deseó viajar y hacerse un hombre de provecho, ambiciones que debe dejar muy a su pesar, ya que sus intereses personales entran en conflicto con su bondad y buenos sentimientos hacia los demás, puesto que si él no toma las riendas de la compañía un avaro y manipulador empresario acabará con la misma y se convertirá en el dueño y señor de la ciudad.

 

 

La situación se complica cuando un socio de George pierde una gran cantidad de dinero, lo cual sume a Bailey en una gran desesperación. Decide quitarse la vida, pero en el justo momento en el que iba a hacerlo entra en escena un Ángel de Segunda Clase -un ángel que todavía no se ha ganado las alas-, y al que el Señor le ha confiado la misión de salvar a George.  El Ángel de Segunda Clase le hace ver al protagonista lo que sería de la ciudad si él no hubiera nacido, y entonces, en el clímax de la película, …. (no cuento más)…

 

 

Tal vez haya cierta influencia del libro «un cuento de Navidad» de Charles Dickens en el guión de este film, pero en cualquier caso es indudable que conmueve en gran medida -al menos en mí sí ha tenido siempre ese efecto-. Este producto de Capra, director también de otros films de temática e intenciones similares, como por ejemplo «Juan Nadie» (con un treintañero Gary Cooper), o también «Caballero sin espada» (protagonizada por el mismo James Stewart); es el cine que necesitaba ver la gente en aquella época, una época de desconfianza y pesimismo, marcada por la muy reciente Gran Depresión y por el fantasma de la Segunda Guerra Mundial que aún rodaba sobre la cabeza de muchos, pero yo en realidad creo que «Qué bello es vivir» es atemporal y tiene reflejo en el mundo de hoy y en el del mañana; son necesarias la esperanza y la confianza en nosotros mismos, en los demás, en la vida misma, así como el amor y la entrega, para afrontar la existencia con garantías de alcanzar la felicidad, que es para lo que estamos aquí.

 

  

(7) – Ingrid Bergman, nos sigues conmoviendo

  

 

bergman

 

¿Qué nos está pasando a los humanos?¿Estamos perdiendo la humanidad? Vemos la desgracia ajena y torcemos la cabeza para otro lado, un mendigo realmente necesitado nos pide para comer y le regalamos una cara de auténtico desprecio… Nos da igual lo que les pase a los demás, nos es indiferente, hasta diría que nos da igual lo que pasa con nosotros mismos. Parece como si esta sociedad fría y competitiva, este ritmo acelerado que nos priva del tiempo de dedicación a nosotros mismos y a los demás, nos hubiera vuelto insensibles, y parece como si el rasgo más humano de entre los rasgos, el sentimiento o emoción producidos por lo que oímos o vemos, fuera ya un lujo para muchos y para otros algo deleznable, odioso, y motivo de vergüenza.
 
¿Qué nos está pasando a los humanos?¿Acaso no es sano de vez en cuando llorar -al marger supuesto de las patologías depresivas-? El lloro de amor, la lágrima nostálgica, la lágrima de pena, son muy sanos y creo que muy recomendables alguna que otra vez, pues nos hacen caer en la cuenta de que seguimos siendo hombres, con nuestros problemas, nuestras inquietudes, nuestros sueños, nuestros miedos, nuestros amores y desamores, y sobre todo, nuestros sentimientos.
 
Hay una escena del cine clásico que me tiene enormemente obsesionado. Se trata de la escena de «Casablanca» en la que Ingrid Bergman, esa belleza de los años 40 que es ya inmortal, deja resbalar por sus mejillas unas amargas lágrimas, al volver a ver tras algunos años a su antiguo novio Rick (Humphrey Bogart), cuando le dice al pianista negro Sam algo así como: «toca El tiempo pasará, Sam». Por sólo la belleza de esta escena aparentemente simple estoy condenado a ver Casablanca una y otra vez hasta la tumba, aunque ya casi me la sepa de memoria. A ese tipo de lágrimas es al que me refería en el párrafo anterior.
 
Como médico de mi alma reivindico cinco minutos de lloro semanales y los prescribo a todos los interesados que quieran mejorar su vida.
Tómese además la siguiente píldora diaria, con un vasito de agua.

 

El mundo del mañana 

 

Me gustaría pensar

que tal vez, algún día,

el mundo será

de los seres insignificantes…

de los ancianos que regalan

caramelos a los niños,

de los mendigos,

que no tienen nada,

de los inofensivos hombres

que observan los pájaros,

de los jardineros

que cuidan cada rosa,

de los empleados

que se esfuerzan

por llegar a fin de mes,

de los barberos

que entretienen

al cliente,

de los relojeros viejos

que añoran a la Bergman,

de las novias buenas

y estudiosas,

de los niños de mirada

húmeda y tímida,

que serán los hombres

del mañana,

y de los poetas anacrónicos

que escriben versos

como éstos ,

y que aguardan el retorno

del imperio de la inocencia.

 

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

Con la muerte en los talones

 

No me canso nunca de ver este gran clásico de Hitchcock. En su momento supuso el afianzamiento de este estilo de filme en el que el héroe tiene en contra sí a todo el sistema. Hitchcock ya había usado este mismo esquema argumental en la película «Los 39 escalones», pero como «North by Northwest» fue posterior -ya en su etapa americana, la otra era británica-, el acabado final está mucho más logrado. Este tipo de argumento ha sido muy fructífero en el cine -véase por ejemplo, «El fugitivo»-, pero desde que algún director crea alguna novedad, a partir de ahí las películas posteriores que usan ese mismo esquema empiezan a adolecer de clichés, con lo que se pierde la frescura. En mi opinión Hitchcock fue un visionario y por supuesto un genio del séptimo arte.

La escena donde Cary Grant es perseguido por una avioneta en un campo de maíz es una de las escenas más icónicas de todo el cine, a mi parecer.

Aquí os queda un fotograma, para que lo disfrutéis.