Amigo Félix, te recordamos

  

  

Este pasado 14 de marzo se han cumplido los 30 años de la muerte por accidente de aviación, en Alaska, del gran naturalista, divulgador científico, conferenciante, escritor, y médico estomatólogo (faceta que desempeñó de manera previa a su verdadera vocación), Félix Rodríguez de la Fuente. Hasta el propio Google se hizo eco de dicha conmemoración, dado que este prohombre llegó a ser muy conocido allende nuestras fronteras, sobre todo por la archiconocida serie documental “El hombre y la tierra”, que se emitió en muchos países y que tuvo un grandísimo éxito de acogida por las masas, como todo lo que Félix hizo en vida.

Es indudable que a estas alturas ya poco puede quedar qué decir de Félix. Su trágica muerte contribuyó a mitificar aún más si cabe el que ya era de por sí un fenómeno de popularidad y de excelencia en el terreno del estudio y divulgación de la naturaleza, con mayor mérito si cabe si tenemos en cuenta que sus estudios y conocimiento de la biología fueron adquiridos y puestos en práctica de manera autodidacta.

Félix fue una persona que vivió cada segundo con verdadera pasión y entusiasmo, y poseía tal elocuencia que sabía transmitir y contagiar esa pasión a cada persona que le oía. Incluso llegó a ser propuesto como miembro de la Real Academia de la Lengua, dado su excelente manejo de la palabra y del acento prosódico. Todavía recuerdo lo que yo disfrutaba con escasos cinco años aquellos documentales tan bonitos en los que se veía a los pájaros dando de comer a las crías o a los ratones de campo royendo el grano. Puedo asegurar que soy de la generación que nació con “El hombre y la tierra”, y que tantas vocaciones naturalistas ha engendrado en los niños de entonces, que ahora pasamos de los treinta. Recuerdo la nube que me cubrió cuando supe que él no volvería a hacer más programas, que había muerto de accidente, a pesar de que por aquel entonces todavía no había meditado demasiado acerca de la muerte.

De él nos han quedado sus obras, que abarcan varias series documentales, programas de radio y de televisión, artículos en periódicos y revistas, las enciclopedias de la Fauna Ibérica y europea y de la Fauna Mundial y una lista que se extiende casi indefinidamente, aunque también es incalculable el legado biológico que nos ha dejado, pues muy probablemente algunas especies ibéricas como el lobo o el oso pardo estén en deuda y hayan sobrevivido gracias a su labor ecologista, así como el Parque Nacional de Doñana. La trascendencia de Félix Rodríguez de la Fuente en el ámbito de la conservación de la naturaleza ha sido muy grande, y tampoco podemos olvidar la práctica y reinstauración que desarrolló de las técnicas medievales de cetrería, perdidas y olvidadas en la noche de los tiempos, así como sus estudios etológicos enfocados primordialmente en las costumbres del lobo ibérico. Parte del mérito de Félix reside en que se supo rodear de personas extraordinarias como él, no fue sólo su pasión la que gestó tanta grande obra, los naturalistas, filmadores, y ayudantes que le acompañaron tienen buena parte del mérito y sería injusto otorgárselo sólo a él. Pero la opinión que le merece Félix a todas las personas que lo siguieron y siguen es la de un hombre íntegro y un ejemplo claro de bonhomía, cuyo éxito contribuyó a muchas malsanas envidias pero en la mayoría de los casos una admiración sin precedentes.

Hace 30 años quedamos huérfanos de una figura clave en la concienzación ecologista, un narrador sin par, una persona a la que todos nos gustaría conocer personalmente y en la que todos vimos un verdadero amigo. No puede haber maldad en alguien que disfruta observando a los animales en su hábitat y preocupándose de conservar las especies para no pasar a la historia de los animales erradicados y de que las generaciones venideras sigan disfrutando de ellas. Es un acto de suma bondad, algo que todos deberíamos admirar e imitar.

Fueron muchos los homenajes que recibió tras su muerte, se levantaron estatuas, se nombraron calles y plazas con su nombre, … , y yo no quería dejar pasar este instante sin otorgarle mi más sentido, humilde, y personal homenaje también, a mi manera. Aquí dejo una adaptación del precioso y emotivo poema “Funeral blues”, del autor Wystan Hug Auden, que es recitado en la película “Cuatro bodas y un funeral”, y que he reajustado un poco para esta ocasión.

Amigo Félix, te recordamos.

 

Adaptación del poema “Funeral Blues” de W. H. Auden, 

a la memoria de Félix Rodríguez de la Fuente.

 

Parad todos los relojes, cortad los teléfonos,
impedid, con un jugoso hueso, que el perro ladre,
callad los pianos y, con un apagado tamborileo,
mostrad el ataúd, dejad que las plañideras se acerquen.

Que los aviones hagan círculos, gimoteando, sobre nosotros,
garabateando por el cielo el mensaje: Él ha muerto,
poned crespones en los cuellos blancos de las palomas,
dejad que los guardias de tráfico porten guantes de algodón negros.

El bien fue su Norte, su Sur, su Este y su Oeste,
su semana de trabajo y su descanso dominical,
su amanecer, su medianoche, su voz, su canción;
yo pensaba que su luz duraría siempre: no estaba equivocado.

No se desean ahora estrellas: apagadlas una a una;
olvidaos de la luna y desmantelad el sol;
lejos verted el océano y barred el bosque.
Pues ahora de ninguna manera pueden traer nada bueno.

 

  1. Gracias por tus comentarios elogiosos. Igualmente digo. Paz.

      • sergeantalaric
      • 25 marzo 2010

      Lo de tu cráneo es verdad, caro amico. Es enorme.
      Salutaaaaaare.

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