(3) – Yo confieso

 

Yo confieso que

no quiero escribir algo bello.

Yo sólo quiero escribir algo sincero.

Podría armarme con tu hermosura

absorbiéndote con la mirada quieta

y absorbiendo el mundo

y decir por ejemplo

que el niño ha sonreído

o que el río se entumece

tras las lágrimas de Dios

o que el alcaudón corteja

con natural fruición a la hembra

y ambos son dichosos.

Y podría decir que el agua

susurra la historia del arroyo

y de los hombres.

Y que las montañas han vivido

el escalofrío y el temblor

del continente.

Podría decir que te he visto

llorar en abril

o que el mar transporta

la sabiduría de los pueblos,

y que el petirrojo abandera

con su egoísmo este margen

del bosque al atardecer.

También podría decir

que eres hija de la misma

Madre que trae cada hombre

y cada pájaro y cada flor,

y que te hizo bella y buena

como todo lo que ella

decide.

Y que una yerta rama invernal

parirá la misma vida

que conmueve al mendigo

y al terrateniente.

O que cuando callas

tienes el poder de hacer

llorar a un noble.

Y que el Cielo aguarda

a los hombres buenos.

Pero todo ello sería incierto.

Y sólo bastarían dos líneas

que dijesen que si tú quisieras

te amaría hasta el último

de mis estertores.

 

 

© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2012.

 

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