(1) – Hemorragia versicular
¿Qué efímera marca
queda del agua en
la sección del cauce?
Ninguna.
Cada segundo y cada sección
son traspasados
irrepetiblemente,
como transeúntes ebrios
a través de callejas sombrías,
como viajeros en barcas perdidas
en un lejano océano.
Así es el tiempo
y así son las palabras.
Su fluyente murmullo evoca
el irvenir de las rosas,
que nacen y mueren inadvertidamente,
pero que me ilusionan,
porque la Diosa Naturaleza
sufre y padece y llora
y empuja y tira y arrastra
y sopla y calienta y alumbra
para que cada primavera
las flores expresen su pasión
y desgarren el lloro de las niñas
y de los colegiales insensatos,
y de las bellas mujeres
y de los amantes incansables
y de los tímidos indecisos.
Mas el cauce existe por el agua,
es el arroyo quien lo labra.
Luego me alegro.
Porque tal vez las palabras
no sean solo palabras
que el viento dispersa
y tal vez la claridad
impresiona las retinas,
y quizás también en tu corazón,
niña querida,
haga mella el gorjeo de un pájaro,
o el rojo de una rosa,
o el chillido del gavilán,
o los graves de mi voz,
y sola, en silencio, sientas
que los versos sangran en el papel
y que imploran amor.
© El rostro sagrado, SergeantAlaric, 2010.
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